Creo que la parte que más disfruté de mi tesis fue escribir la introducción. Esta es una versión (editada):
One problem with using universals as a guide to discovering the origins of music is the difficulty in defining music in a way that is equally valid for all cultures, and valid as well in the eyes of different societies of humans. The world’s cultures vary (and varied in the past) in the degree to which they have the concept of music and in the value and function they assign to it.
Bruno Nettl, Heartland Excursions: Ethnomusicological Reflections on Schools of Music
Escribo esta introducción tras terminar el resto de los capítulos de este trabajo, y la escribo en primera persona para reflejar lo que esta investigación y el proyecto Whiplash representan: un reflejo de mi vida como músico y docente. Desde muy pequeño, sin saber todo lo que posteriormente conllevaría dar ese paso, comencé a tocar el piano, y casi por inercia, acabé en el conservatorio. Esta relación con la música acabó extendiéndose durante muchos años, dividiendo mi vida entre lo que hacía por las mañanas y lo que hacía por las tardes, la vida del colegio y la del conservatorio. Las tablas de multiplicar por la mañana y una fuga de Bach por la tarde. Formaba parte de dos mundos diferenciados, y tal y como lo define Nettl, cada uno de ellos tenía su propia estructura, su propia jerarquía social, sus propias reglas.
Llegó un punto en el que decidí dedicarme profesionalmente a la música e ingresé en el conservatorio superior. Al llegar, me encontré con mucha gente como yo, que había tenido una infancia donde se multiplicaba por las mañanas y se tocaba Bach por las tardes. También me di cuenta de que el conservatorio seguía constituyendo ese tipo de sociedad musical donde, siguiendo con la analogía del trabajo de Nettl, había un olimpo de compositores que eran venerados, donde todos teníamos unos hábitos similares, donde había una jerarquía entre instrumentos e instrumentistas y donde el intérprete situaba en el puesto más alto de la cadena. Aunque yo pertenecía al departamento de jazz, la sociedad dentro de este seguía siendo igual, solo que mi nuevo dios era Coltrane en vez de ser Bach. En definitiva, una sociedad con unos valores y una estructura establecidos e inamovibles. Al acabar el conservatorio superior tuve la oportunidad de continuar mis estudios en EEUU, de formar parte de una universidad que era un referente en la enseñanza del jazz, de conocer la tradición de este género musical de primera mano y de poder recibir clases de varios de los educadores más reconocidos de esta música. La experiencia fue muy diferente y muy similar a la vez, ya que, aunque el centro era diferente y los profesores eran otros, los valores de la sociedad de músicos de la que hablaba Nettl seguían siendo los mismos.
Tras este largo proceso, mi cabeza se configuró tal y como dictaban los valores de las sociedades de las que había formado parte, unos valores absolutos e inamovibles. Al terminar mi etapa de estudiante, conseguí un trabajo en una universidad en Quito, en Ecuador, comenzando así mi labor como docente. Esta tarea se presentaba, a priori, sencilla, ya que solo tendría que repetir aquellos patrones que había podido observar en los centros educativos de los que había formado parte. Porque Bach y Coltrane siempre seguirían siendo los compositores de referencia y, seguramente, todos mis estudiantes habrían multiplicado por las mañanas y tocado Bach por la tarde. En definitiva, todos iban a comprender cómo integrarse en esa sociedad musical sin problema alguno, de la misma forma que me había pasado a mí.
Sin embargo, la experiencia en Quito me hizo ver que aquellos valores musicales que yo había considerado inamovibles, no eran tal cosa, y que existen múltiples realidades en función de las personas que conforman las diferentes sociedades musicales, especialmente las no occidentales. De esta forma, me di cuenta de que estudiar música me ha enseñado a aprender de los grandes artistas, mientras que ejercer la educación musical me ha enseñado a aprender de las personas y sus diferentes formas de hacer y entender el arte. Me di cuenta de que durante mi formación como músico (durante mi pertenencia a la sociedad de los conservatorios occidentales), me encontraba en una búsqueda constante de lo absoluto, de la mejor frase musical, del mejor disco, de la mejor interpretación, del mejor compositor, de cómo ser el mejor intérprete, de cómo ser el concertista definitivo. Sin embargo, la experiencia docente me ha enseñado que existen muchos absolutos, muchas mejores frases musicales, muchos mejores discos, muchas mejores interpretaciones. Desde la experiencia docente he aprendido que la música, como las personas, tienen diferentes análisis, diferentes interpretaciones y diferentes puntos de vista, siempre condicionados, precisamente, por las personas y la propia música.
El proyecto Whiplash se constituyó, precisamente, como esa unión de la persona y la música. Tras varios semestres como profesor en la universidad, aquellos valores que consideraba inamovibles se fueron derrumbando poco a poco, y aquello que era imprescindible de aprender, y sin duda alguna, efectivo en términos pedagógicos, resultó no serlo. El modelo importado no encajaba, no obtenía resultados, y el factor diferenciador no era otro que las personas que formaban parte de la universidad y cómo estas se relacionaban con la música. De esta forma, junto con uno de mis compañeros, comenzamos un proyecto mediante el cual pretendíamos atender la necesidad que habíamos detectado, y donde intentamos traer al aula aquello que considerábamos que se había perdido en los entresijos del sistema. En otras palabras, pretendíamos incorporar al proyecto aquellas experiencias que nos habían marcado durante nuestra formación académica, las cuales eran, precisamente, aquellas en las que el docente estaba más involucrado a nivel personal, en las que hablaba desde su experiencia y en las que hacía música con nosotros.
El proyecto Whiplash acabó teniendo unos resultados donde, hoy en día, los participantes son personas que han recibido una formación musical afín a sus necesidades profesionales y no una formación genérica que no les permitiera desarrollarse musicalmente. Y todo esto lo digo, repito, en primera persona, porque es mi reflexión sobre esta experiencia, mi forma de verlo ahora que ha pasado el tiempo y tengo un poco más de perspectiva. Y digo que el proyecto refleja mi vida como músico y docente porque en él aparecen esas dos etapas o facetas de mi vida profesional. Tiene la parte del músico de la sociedad musical de Nettl y la parte del docente que se adapta a las necesidades y la idiosincrasia del alumnado. El proyecto representa el proceso de deconstrucción ideológica que llevé a cabo para salir de mi anterior sociedad musical con el fin de adaptarme al reto que se me presentaba en Quito. De hecho, el propio sistema de la universidad tuvo que deconstruirse a través del proyecto Whiplash para así poder obtener unos resultados óptimos en base a la situación en la que se encontraba.
Esta situación era la de una sociedad, que, al igual que había pasado otros países de América Latina, había vivido en una constante colonización educativa. Una colonización protagonizada por los diferentes sistemas educativos que fueron llegando e instaurándose a lo largo de la historia de los diferentes países. Unos sistemas educativos que siempre habían sido ajenos, extranjeros, y, en consecuencia, no tenían en cuenta lo autóctono, a su gente y sus necesidades. De esta forma, como docente, se me presentaba una situación donde teníamos que enseñar lo que era el jazz, el rock, una sonata, Bach y Coltrane. Enseñar a personas que no habían tenido una formación previa como la mía, que no habían multiplicado por las mañanas y tocado Bach por la tarde. En definitiva, teníamos que enseñar a personas que venían a insertarse en una sociedad musical completamente nueva para ellos, que, además, estaba basada en unos valores totalmente ajenos a su realidad.
Existe un paralelismo entre la situación expuesta anteriormente y la vivida por el jazz en su proceso de inserción en la educación. Como se verá más adelante en este trabajo, el jazz vivió un proceso de transformación que tenía como fin el ser aceptado dentro de la academia, atendiendo a los requisitos del canon impuesto por los conservatorios europeos. Como parte de este proceso, se descontextualizaron muchas de las prácticas musicales que caracterizaban el Jazz, consiguiendo así insertar una realidad musical dentro de otra completamente diferente. Como resultado, dos de los actores principales que conforman este trabajo son la evolución de la educación musical en los países donde nació el jazz (Estados Unidos) y donde se realizó el proyecto (Ecuador). Sin embargo, no quiero proporcionar un solo enfoque de la materia en cuestión, por lo que, siguiendo la misma filosofía del Whiplash, pretendo aportar diferentes puntos de vistas, incluyendo especialmente la visión del músico de jazz que ejerce la docencia al mismo tiempo que lleva a cabo su labor de intérprete, siguiendo la línea de autores como Prouty, Ake o Nettl. Asimismo, incluyo en el escrito aspectos de otras disciplinas como la investigación histórica, la política internacional o la psicología.
La justificación de este trabajo reside en la relevancia que tiene repensar la educación musical desde un punto de vista donde se deconstruyan los estándares establecidos, teniendo como base la idea de que el mundo está configurado por un conjunto de realidades diferentes, las cuales no tienen que estar regidas por un mismo patrón, especialmente en materias artísticas donde la multiplicidad de individualidades enriquece la disciplina en sí misma. Para ello, el proyecto Whiplash representa un acercamiento a la educación musical desde la importancia del individuo y su percepción única del arte, con el fin de adaptar un sistema educativo importado a una situación donde la idiosincrasia del alumnado es muy diferente a la del alumnado para el que fue creado dicho sistema.